The confrontation over globalization is leading to polarization, and this, to a hardening of positions, in a war in which globalization does not have the loosing arguments. A specter haunts the world: the specter of globalization, paraphrasing the famous opening line of the Communist Manifesto. As we know, a peculiar international meeting is being held in Cochabamba to analysie this phenomenon. More precisely, it is a conference against globalization, baptized the Third Global Conference of People's Global Action, in which 200 delegates from social movements from Germany, Bangladesh, Bolivia, Brasil, Canada, Colombia, Costa Rica, Ecuador, United States, England, Italy, Nicaragua, Panama and Peru, among others. The event would have passed nearly unperceived if the government had not tried to impede the arrival of numerous delegates.
The "globofobicos" decided during the meeting to develop a confrontational attitude, to elaborate strategies about forms of action, calendars of global actions and sustained campaigns, because they do not think that dialogue can have an effect on organizations that, according to them, "are so profoundly anti-democratic and ideologically driven," such as the World Trade Organization, the European Union or the Common Market of the South, among others, where "transnational capital is the only real political actor." These actions, according to the anti-globalization activists, have the goal of "saving humanity and achieving more justice."
They accuse globalization of increasing injustice in the distribution of wealth between rich and poor, of usurping the sovereignty of the Nation-State and of practicing a "casino capitalism" orchestrated by those industrialized countries that do not take human dignity into account. But their critiques ignore the consequences in terms of the rising standard of living that the diffusion of competition has brought with it around the world. They do not realize that the countries of the Third World have tripled their participation in global trade over the last three decades, and that the countries that are taking off economically can only absorb the impact of their demographic growth through an opening of their economies- as long the respective States fulfill their role as distributors of resources, regulators of competition and promoters of opportunities for leading a decent live.
These anti-globalization movements, on the contrary, affirm that the opening of markets means the submission and that the modern economy is what impedes them from obtaining basic services. They add to this vision that globalization, as everything that includes the free market, has not been a panacea. Over the long haul- 16 years since its application in Bolivia- it has not even begun to close the social fissures. This reality has led to the necessity of giving "a human face" to the model, which is hard to define because globalization, poorly confronted, also implies depersonalization and insensitivity.
But, and herein lies the challenge to people and their governments of finding a middle path, a third way, that signifies, among other aspects, the retrieval of solidarity. And not the kind of confrontation which will lead to polarization, and this to the hardening of positions, in a war in which globalization does not have the loosing arguments.
La confrontación antiglobalizadora lleva a la polarización y ésta al endurecimiento de posiciones, en una guerra en la que la globalización no tiene las de perder. Un fantasma recorre el mundo: es el fantasma de la globalización, parafraseando la celebérrima primera frase del Manifiesto Comunista. Como se sabe, se lleva a cabo en Cochabamba un peculiar encuentro internacional para analizar este fenómeno. M s bien, es un encuentro contra la globalización, bautizado III Conferencia Mundial de Acción Global de los Pueblos, en el que participan 200 delegados de movimientos sociales de Alemania, Bangladesh, Bolivia, Brasil, Canad , Colombia, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, Inglaterra, Italia, Nicaragua, Panam y Perú, entre otros. El evento hubiera pasado casi desapercibido si el Gobierno no hubiese intentado impedir la llegada de numerosos delegados.
Los globofóbicos determinaron, en la reunión, desarrollar una actitud de confrontación, elaborar estrategias sobre las formas de acción, calendarios de acción global y campañas sostenidas, puesto que no piensan que el di logo pueda tener ningún efecto en organizaciones, según ellos, "tan profundamente antidemocr ticas y tan perfiladas ideológicamente" como la Organización Mundial del Comercio, la Unión Europea o el Mercado Común del Sur, entre otras, donde "el capital transnacional es el único actor político real". Estas acciones, según los antiglobalizadores, tienen el fin de "salvar a la humanidad y lograr mayor justicia".
Se acusa a la globalización de aumentar la injusticia en el reparto de los bienes entre ricos y pobres, de usurpar la soberanía del Estado-nación y de practicar un capitalismo de casino orquestado por los países industrializados que no tienen en cuenta a la dignidad humana. Pero sus críticos ignoran las consecuencias en la elevación del nivel de vida que ha traído consigo la difusión de la competencia a nivel mundial. Desconocen que los países del Tercer Mundo han triplicado su participación en el comercio mundial en los tres últimos decenios, y que los países que gozan de cierto despegue económico sólo podr n absorber el impacto de su crecimiento demogr fico a través de la apertura de sus economías -siempre y cuando los respectivos Estados cumplieran su papel de asignadores de los recursos, reguladores de la competencia e impulsores de la creación de oportunidades para una condigna vida.
Estos movimientos globofóbicos, por el contrario, afirman que la apertura de mercados significa sumisión y que la economía moderna es la que impide obtener los servicios b sicos. Abona a esa visión que la globalización, como el todo que incluye la economía de libre mercado, no ha sido la panacea. Que en largo tiempo -16 años desde su aplicación en Bolivia-, no ha cerrado, ni mucho menos, la brecha social. Esa realidad ha planteado la necesidad de darle "un rostro humano" al modelo, que cuesta concretar porque la globalización, mal encarada, también implica despersonalización e insensibilidad.
Pero, aquí radica el desafío a los pueblos y sus gobiernos de buscar un camino intermedio, una tercera vía, que signifique, entre otros aspectos, el rescate de la solidaridad. Y no la confrontación que conducir a la polarización, y ésta al endurecimiento de posiciones, en una guerra en la que la globalización no tiene las de perder.
AGP - 3ª Conferencia Internacional
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