archives of global protests | www.agp.orgContra el TLC - Against CAFTA
Programa de las Américas del International Relations Center Column
CAFTA: Una Propuesta Perdedora para América Central
Por Laura Carlsen | 20 de julio de 2005 • americas.irc-online.orgPrograma de las Américas del International Relations Center (IRC)
Más de un año después de firmarlo, el presidente Bush finalmente envió el Tratado de Libre Comercio de Centroamérica (CAFTA, por sus siglas en inglés) al Congreso para que sea votado. El 30 de junio, el Senado aprobó el acuerdo con 54 votos a favor y 45 en contra.
La razón para este inusual tiempo de espera entre la firma de CAFTA y el voto en el Congreso es fácilmente explicable: El Presidente no tenía los votos para aprobar su proyecto consentido. Temiendo un golpe desmoralizador, el impopular tratado quedó estancado.
De hecho, el intensivo cabildeo entre los grupos de intereses especiales no ha garantizado todavía que CAFTA sea aprobado por la Cámara de Representantes.
La espera, sin embargo, podría empeorar las posibilidades de su aprobación. El movimiento de oposición está creciendo en el continente. Los funcionarios del Congreso han estado escuchando a miles de votantes durante los últimos meses que les piden que rechacen el acuerdo comercial.
La oposición a CAFTA viene de tres principales fuentes. El movimiento obrero, un enemigo tradicional de los acuerdos comerciales, ha protestado contra la pérdida neta de empleos estadounidenses y la erosión de los derechos laborales y salvaguardas que han sido el resultado de los tratados comerciales. Argumentan que los tratados de libre comercio ejercen una presión hacia abajo sobre la calidad de vida de los trabajadores en todos los países involucrados y que CAFTA tiene aún menos salvaguardas laborales y ambientales que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Las iglesias y los grupos contra la pobreza protestan contra el efecto probable sobre los pobres en los países centroamericanos. Como hizo el TLCAN, se espera que CAFTA concentre la riqueza en una región donde la pobreza está muy extendida, llevando a un proceso en el que aumenten el hambre, la migración al extranjero y la inestabilidad.
Una tercera área de preocupación es que CAFTA hará más grande el déficit estadounidense. Este déficit, que ha roto récords históricos, es en buena medida producto del comercio y tiene a la comunidad económica temblando. El libre comercio ha provocado en buena medida este problema por llevar a un mayor aumento en las importaciones que en las exportaciones. Un déficit tan grande mina la fortaleza de la economía y podría implicar que las generaciones futuras no conozcan las comodidades y seguridad que hoy se dan por hechas.
Parte del problema de CAFTA está también en el mal comportamiento de su hermano mayor, el TLCAN. Después de diez años, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ha fracasado en casi todas las metas que se marcaron durante los boyantes años de la negociación a principios de los noventa.
Su mayor éxito, como se sabía, ha sido aumentar el comercio entre Canadá, México y Estados Unidos, pero la mayoría de la gente se pregunta si el comercio internacional en sí mismo es la panacea que se dice que es.
Ciertamente, para México no lo fue. Ahí, la pobreza ha crecido durante la década del TLCAN y los salarios reales han caído. La economía es mantenida a flote gracias a las remesas de los refugiados económicos, especialmente campesinos expulsados de su tierra. En miles de pueblos rurales, los niños lloran por sus padres ausentes. Un selecto grupo de empresarios internacionales se ha beneficiado enormemente desde que se firmó el acuerdo, pero la mayoría de la población se ha quedado atrás.
Esta experiencia pesa sobre la gente de los cinco países centroamericanos y de la República Dominicana unidos en CAFTA. Aunque sus gobiernos han ratificado el acuerdo, siguen las protestas en las calles. En el caso de Guatemala, protestas campesinas y obreras desataron la represión del gobierno, que dejó varios heridos y un muerto en marzo pasado.
La línea divisoria entre los defensores de CAFTA y sus opositores en estos países es más económica que política: a los ricos les gusta, los pobres protestan. Esto no es ninguna sorpresa, puesto que el principal efecto del TLCAN y de CAFTA es aumentar la disparidad entre los ricos y los pobres.
Las protestas en otros países es vista en muchas ocasiones como irrelevante en los debates en Estados Unidos. Históricamente, aún la oposición laboral a los mal llamados acuerdos de libre comercio ha visto a los trabajadores de otros países como competencia. Pero el debate en torno de CAFTA ha mostrado que las sociedades del norte y del sur comparten intereses comunes en la lucha contra el acuerdo.
Si Estados Unidos se comportara más como un "buen vecino" global -parafraseando la famosa política de Franklin Delano Roosevelt en los años treinta-, el sentido común nos diría que es mejor para los intereses estadounidenses contribuir a un desarrollo sustentable e igualitario en estos países históricamente maltratados.
Al lastimar a los más vulnerables -trabajadores, pequeños agricultores, mujeres-, CAFTA sacude las de por sí frágiles estructuras de gobernancia. Al privar a los gobiernos de importantes poderes de decisión en la negociación de la deuda externa, la implementación de políticas de desarrollo nacionales y en el uso de medicamentos genéricos para tratar problemas sanitarios, constituye un retroceso en el proceso democrático.
¿Cuánto dinero, cuántas vidas se han perdido en conflictos regionales que tienen su raíz en la desigualdad? CAFTA hará estas desigualdades aún más hondas.
Laura Carlsen dirige el Programa de las Américas del Centro de Relaciones Internacionales (International Relations Center-IRC), que se encuentra en la página www.irc-online.org.