Cuatro mil campesinos de los 14 cantones de Achacachi retomaron el "cuartel" indígena de Kalachaca. Los de Warisata no dejan pasar ningún vehículo. En una planicie del cantón Franz Tamayo los comunarios están en los cerros, armados con fusiles Máuser.
Retoma: los indígenas están en el "cuartel" de Kalachaca, donde enterraron simbólicamente a sus víctimas
Juan René Castellón
Los comunarios retomaron el control de Achacachi: unas 4.000 personas vigilan Kalachaca, llamado el "cuartel general del movimiento campesino"; ningún vehículo circula por Warisata y las serranías del cantón Franz Tamayo están controladas por aymaras armados con fusiles Máuser.
Mientras tanto, los uniformados abandonaron los cuarteles indígenas de Rojorrojoni y Kalachaca, y los del regimiento Ayacucho (de Achacachi) no salen de su cuartel.
Al acercarnos al "cuartel" Kalachaca (ubicado al ingreso de Achacachi, a 89 kilómetros de La Paz) escuchamos petardos y dinamitazos. Al fondo vemos miles de indígenas en la cima de la serranía, en las faldas y en los alrededores. Una whipala con un crespón negro flamea a un costado del camino.
La carretera está cerrada con hileras de tierra tiradas transversalmente y con miles de piedras. Cerca del puente de Kalachaca un promontorio tiene la forma de ataúd con una cruz de paja encima: es el entierro simbólico de los tres cuerpos caídos en Warisata, afirman los lugareños.
Al llegar, los comunarios se arremolinan y hacen reventar más dinamitas. Miran recelosos. Dejamos el vehículo a unos cien metros del tumulto y avanzamos precedidos por un dirigente de las juventudes de la provincia Los Andes. Era nuestro pase.
Después de enterarse de que los intrusos son periodistas, desaparece esa muestra de agresividad. Están en apronte, dispuestos a enfrentarse al Ejército -que el lunes había tomado el Kalachaca-. Las demostraciones de fuerza -petardos y dinamitazos- están dirigidas a los uniformados.
No sólo reaccionan así ante nuestra presencia, sino ante cada vehículo que se aproxima. Afirman que no admitirán una nueva incursión militar en la zona.
Retoma de Kalachaca
El lunes, los militares del regimiento Ayacucho "madrugaron" a los achacacheños. Mientras éstos velaban a sus tres víctimas, los soldados treparon a la cima y se posesionaron de Kalachaca. Pero al anochecer, después de los entierros, los comunarios se acercaron lentamente a las faldas del cerro haciendo reventar petardos y dinamitas. Los uniformados retrocedieron y abandonaron la fortaleza indígena.
Después de retomar el "cuartel", un ampliado decidió pedir la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y del ministro de Defensa, Carlos Sánchez Berzaín. Del primero -dicen-, por no atender las demandas campesinas; del segundo, por encabezar el operativo que dejó víctimas fatales.
Luego de conversar con los dirigentes del comité de bloqueo nos dirigimos a Warisata. El primer obstáculo que superamos es el puente del río Calzón Quitado, destrozado por los campesinos. El paso de piedra y concreto ha desaparecido. Avanzamos por un costado, ingresando al afluente.
A unos pasos, un grupo de dirigentes ocultos detrás de una pared aparece de súbito y nos detienen. "¿Quiénes son?, sus credenciales". Las miran de un lado y del otro. Nos observan con desconfianza. Se acercan al vehículo y lo auscultan.
Sin confiar del todo, uno de ellos explica: "Ustedes saben que hace unos días ha entrado el Ejército y ha disparado y ha matado a nuestros hermanos. Aquí no queremos que circule ningún vehículo. Estamos en bloqueo. No queremos ni a la prensa, porque no dice toda la verdad".
En Warisata han organizado turnos de vigilia para no ser sorprendidos. Están alterados y sin ánimo de hablar con nadie.
En ese instante arriba una camioneta roja con una whipala. Actúan como lo hicieron con nosotros. El vehículo lleva dirigentes de la provincia Larecaja que se dirigen a la radio San Gabriel, en El Alto, para sumarse a la huelga de hambre.
Pese a que muestran sus credenciales, el motorizado no logra trasponer el bloqueo. Es obligado a dar marcha atrás. Los dirigentes bajan de la camioneta y se disponen a avanzar a pie. Es la única manera.
Además del duelo, Warisata ha optado por la intransigencia.
Disparos al aire
Continuamos por la carretera a Charazani. Es una forma de decir, porque el tránsito por esa ruta es casi imposible. El asfalto está completamente cubierto de piedras, sin intervalos despejados. A cada trecho hay promontorios de rocas como de 50 centímetros de diámetro, colocadas a manera de trincheras. Además hay pilares de un metro y medio de alto, también levantados con rocas.
Salimos del camino para avanzar. Pero la mayor dificultad no son los obstáculos pétreos.
Al ingresar a una planicie, dos disparos de bala suenan en el horizonte. Pero en los alrededores no se ve a nadie. Seguimos avanzando y poco a poco aparen campesinos. Descienden de las montañas.
"Parecía un vehículo militar. Sepan que nosotros estamos preparados, dispuestos a enfrentarnos a los uniformados, si ellos provocan", explica uno de los dirigentes.
Campesinos del cantón Franz Tamayo de la provincia Omasuyos están apostados en los cerros, armados con fusiles Máuser. Están camuflados en varios puntos, vigilantes del bloqueo y dispuestos a chocar con los uniformados.
Cuando nos vieron pensaron que nuestro vehículo era del comandante del regimiento Ayacucho, que también es plomo. Entonces dispararon al aire como señal de advertencia.
Estas personas estuvieron el domingo en la plaza de Warisata, durante el velorio de las tres víctimas de ese pueblo, encapuchados y ostentando viejos fusiles Máuser. También ellos aparecieron en las fotos de los periódicos.
"No vamos a permitir que sigan acribillando a nuestros hermanos", dice el dirigente.
Regresamos. Nos queda la imagen de aquellos campesinos decididos, que dicen que están "defendiendo el gas" y que están "dispuestos a enfrentarse al Ejército".
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