- 11 y 12 misa por los caídos en Tarapacá y Villa Ingenio.
- 13 Plantón para extraditar a Goni en la Embajada de EEUU.
14 Concierto Musical "Vivos. Por Nuestros Muertos". Plaza Juana Azurduy, 18:30 horas.
El 12 de octubre del 2003 fue un día de terror. Durante todo ese día, se cumplió a raja tabla el decreto 27209 aprobado por Goni y sus ministros que autorizaba abastecer de gasolina a la ciudad de La Paz, bajo un operativo militar. Los uniformados cumplieron a raja tabla la orden, allí en las zonas donde se concentró la mayor resistencia: Río Seco, Villa Ingenio, Mejillones, Tawantinsuyu... A dos años de la masacre, el juicio a los autores no se materializa, mientras los familiares de las víctimas y los heridos sienten que no hay recompensa capaz de suplir la pérdida de un ser querido o una parte esencial del cuerpo para trabajar.
A dos años de la masacre, además, los políticos siguen en fiesta. Se preparan airosos para nuevas elecciones, triunfadores, bailarines, discursivos, como si en Bolivia nada hubiera pasado. Es decir como si el sistema gozara de buena salud. Van ellos en sus caravanas pisoteando la memoria, la lucha, la historia...
Foto CMI Sucre
¿Qué pasó con el gas? Estamos viviendo en el departamento de La Paz, las consecuencias de una política de hidrocarburos que sólo favorece a las transnacionales. ¿Cómo es posible que seamos el segundo país de Sudamérica en reservas de gas y que las amas de casa no tengan Gas Licuado de Petróleo para cocinar? Las inmensas filas que hay que hacer en los barrios paceños y alteños dan cuenta de la crítica situación. ¿Para eso fue la lucha de los bolivianos desde octubre del 2003? ¿Para eso sirvieron el referendum del gas y la nueva Ley de Hidrocarburos?
Dinamitas y una waxt'a: la memoria de octubre y el camino que sigue
Tres momentos memorables: jueves, 6 de octubre, plantón frente a la embajada norteamericana para exigir el juicio a Goni; entre el viernes 7 y el 8 de octubre, dinamitas anónimas en la madrugada y una waxt'a organizada por el Movimiento Jóvenes de Octubre.
La noche del 7, volvimos al pasado recordando la masacre de octubre, pero invocamos a las almas benditas que partieron para recibir su energía, su fuerza, para seguir luchando. Porque la defensa de la patria, de los recursos naturales y de la dignidad apenas ha empezado.
Las dinamitas sonaron dos veces. Perforaron el silencio de la lluvia nocturna, a las ocho de la noche y a las dos de la madrugada, se despidieron. Desde algún lugar de la ciudad de El Alto, ese fue el mensaje enviado por los mineros relocalizados, los residentes, recordando la llegada de los compañeros del centro minero Huanuni, aquella madrugada del 8 de octubre del 2003.
El estruendo ininterrumpido que duró unos diez minutos, fue el símbolo de la memoria que trajo al presente el inicio de la masacre del gas, porque hace dos años, exactamente el 9 de octubre, cayó con la pierna reventada el minero José Luis Atahuichi en la zona de Ventilla, en el combativo distrito 8 de El Alto.
Las asociaciones de residentes mineros habían esperado el 8 de octubre a los contingentes de 800 mineros que arribaban a la ciudad por la carretera que conecta La Paz con Oruro. Luego se distribuyeron los alojamientos, se organizó el abastecimiento y lo más importante, la táctica de lucha que empezaría al día siguiente.
El 8 de octubre para los mineros resucitaba el homenaje al guerrillero Che Guevara capturado y asesinado en 1967. Una imagen y un ejemplo que en los trabajadores no cae en la indiferencia por más que pasen los años y las generaciones.
Toda esa carga del pasado -porque saben que el Che andó por las minas bolivianas y los mineros anduvieron por la guerrilla- más los cachorros de dinamita, los petardos, el coraje y el instinto obrero que avizoraban una larga batalla, marcaron la primera jornada trágica de octubre. Los mineros vinieron pues a señalar con su presencia que desde el primer día de paro cívico (8 de octubre), decidido por la Federación de Juntas Vecinales, se contaba con el resguardo de los guardatojos.
Atahuichi no fue la única víctima del 9. Esa misma tarde, el joven Ramiro Vargas fue baleado en la Zona Franca, al sur de la ciudad alteña. Por tener apenas 22 años, fue tildado de "vándalo" y por eso acribillado en la cabeza.
La segunda muerte enervó aún más el ánimo. Varios grupos de la familia minera se trasladaron a Sensata donde tomaron el retén policial. El 10 de octubre amenazaron con tomar la sede del gobierno y a cada mínima explosión en la hoyada, todos corrían y los comerciantes recogían sus puestos, pasando la voz: "¡Vienen los mineros, vienen los mineros!". En vez de bajar, los trabajadores de la mina organizaron el entierro del caído donde el grito de reafirmación era otro, muy lejos del temor: "¡Sangre minera, semilla guerrillera!". Ya por la noche, el despliegue organizativo se hizo notar, en los barrios mineros, principalmente, estaban encendidas las fogatas vigilantes, los comités de bloqueo en apronte y las cuadrillas de autodefensa listas para activar un sistema de información que avisara sobre la presencia militar, porque esa noche empezó la militarización de facto de la ciudad.
Entre tanto, en el auditorio de Radio San Gabriel, la huelga de hambre de las autoridades indígenas del Altiplano, instalada desde el 8 de septiembre, estudiaba nuevos planes para articular la movilización minera con la firmeza aymara. Entonces, se destacaron brigadas a los puntos donde encontrar a los hermanos residentes del campo. El sector de Ballivián y Alto Lima fueron los primeros puntos de reunión y bajo una rápida y eficaz comunicación, se organizó la resistencia. Desde esas alturas, a su vez, se enviaron los mensajes de fuego hacia los sectores de Uni, Apaña... Con esas medidas empezó a cerrarse el cerco a La Paz.