"Si no pueden gobernar que se vayan esos inoeprantes", protestó doña María cuando alistaba a sus hijos para que fueran a las cinco de la mañana a hacer fila para comprar dos garrafas de gas. Ella vive en la zona Manuel Pando, cerca de la planta de gas de Senkata, y mantiene a su familia con una tostadora de pasankalla.
Está muy preocupada porque al día necesita dos garrafas de gas para tostar la pasankalla y salir a venderla. Además, se acerca la fiesta de Todos Santos, cuando aprovecha para vender un poco más.
Está también muy molesta con el gobierno porque ella dice que la gente que se crea su propio empleo, porque no hay otro, no puede ni trabajar tranquila. "Todo es a favor de esas transnacionales", reclama refiriéndose a que los hidrocarburos siguen saliendo del país libremente sin beneficiar a los bolivianos.
En la inmensa fila en la planta de Senkata, mucha gente piensa como doña María. Allí se encuentran las salchipaperas, las jadoqueras, las comideras, las pensionistas y otras trabajadoras que no se amanecen en la fila para especular. Están porque trabajan con el gas y no lo tienen. A unas pocas horas de estar ahí, ellas mismas identifican a los "especuladores" y los echan, ejercen un control directo de la distribución.
Pero a medida que pasan las horas y los días, se preguntan: Hasta cuándo va a ser esta situación? En el gobierno, el Parlamento y las transnacionales no se inmutan, mientras en los barrios más alejados y marginados de las ciudades empieza a crecer la bronca, una vez más.