Contra Bolivia se esgrimen las falsedades de que es un país pequeño y un país pobre.
Bolivia no es pequeña. Al declarar su independencia en 1825, cubre 2.363.769 km2. Entre 1837 y 1839 integra la Confederación Boliviana Peruana, con más de tres y medio millones de km2.
Catastróficas guerras y calamitosos acuerdos diplomáticos la hacen perder 120.000 km2 a manos de Chile, 191.000 a favor de Brasil, 170.758 a favor de Argentina; 234.000 a favor de Paraguay, 250.000 a manos de Perú, hasta completar 1.265.188 km2 de pérdidas. Aun así, su extensión actual de 1.098.585 supera la de Venezuela.
Bolivia no es pobre. Los 16 millones de kilos de plata del Potosí financiaron el arranque del capitalismo y la hegemonía europea. Su estaño amalgamó el bronce de la maquinaria mundial, su salitre alimentó la industria química, su caucho posibilitó el transporte automotriz, su subsuelo guarda el segundo yacimiento de gas del hemisferio, con 49,7 trillones de pies cúbicos y un valor estimado de 150.000 millardos de dólares.
Para hacerla pobre arrebatándole sus riquezas se quiere volverla pequeña secesionándole su territorio. Cada vez que un país es rico por su posición estratégica y sus recursos, se coaligan una potencia imperial con una oligarquía local para secesionarlo y confiscar sus bienes.
Apenas toma el poder Evo Morales, resucita el proyecto de la llamada “Nación Camba”, que plantea abiertamente la autonomía y subrepticiamente la secesión de las cuatro provincias de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, sede de los latifundios más fértiles para la ganadería y la agroindustria y de las mayores reservas de hidrocarburos y otros minerales.
Todos integran la llamada “Media Luna” de 685.635 km2, más de la mitad del país, que genera el 44% de su PIB, del cual sólo Santa Cruz produce el 30,63%, zona controlada por oligarquías formadas con la explotación latifundista del caucho y luego de la soya y el ganado.
Al perder por vía electoral el control político del país, las oligarquías liderizadas por la Unión Cívica de Santa Cruz planean recuperarlo en la “Media Luna” al secesionarla alegando diferencias entre los quechuas y aymaras de las montañas y los guaranís y blancos de origen paraguayo y europeo de las llanuras, oposición entre el proyecto comunitario democrático y el neoliberal oligárquico y racista.
A tal fin la Unión Cívica lanza campañas mediáticas desestabilizadoras, promueve la ingobernabilidad y el golpe de Estado, suscita huelgas, protestas y enfrentamientos violentos protagonizados por grupos de choque como la Unión Juvenil Cruceñista, asume la desobediencia tributaria desvinculándose de las cuentas fiscales nacionales, y convoca un referendo autonomista para el 4 de mayo de 2008.
El referendo es rechazado en el plano nacional por los tribunales electorales de Bolivia y en el internacional por las representaciones diplomáticas acreditadas ante la OEA. Ello hace inconstitucional dicha consulta, pero revela que si se insiste en ella es para provocar o justificar actos inconstitucionales.
Las encuestas pronostican un 58% de abstención, y la ejecución del referendo por las propias autoridades secesionistas pone en entredicho sus resultados..
Es previsible que las autoridades autonomistas no sometidas a ningún control manipularán los resultados, y que una intensa cobertura mediática nacional e internacional de los medios mayoritariamente favorables a la secesión procurará hacerlos pasar por válidos.
Tal campaña intentaría validar asimismo una proclamación de autonomía de los estados de la “Nación Camba” de tonos abiertamente independentistas o secesionistas, que ofreciera a las facciones conservadoras del ejército la excusa para un golpe contra Evo Morales, o que obligara a éste a recurrir al ejército para someter las provincias autonomizadas.
La oficialidad boliviana es de extracción social plural, por lo que históricamente ha oscilado entre el apoyo a proyectos nacionalistas como el del Movimiento Nacional Revolucionario o el soporte a dictaduras de derecha como la de Banzer, y no está garantizado su apoyo irrestricto ni unánime al secesionismo.
La proclamación secesionista comportaría ofrecimientos para las transnacionales europeas y estadounidenses de reprivatizar la industria de explotación de las segundas reservas de gas del hemisferio, así como de preservar la integridad de los latifundios y su dedicación a la agroindustria de exportación de la soya y la carne.
Ello motivaría enérgicas acciones diplomáticas a favor del reconocimiento de la “Nación Camba” por parte de España, cuyas empresas del gas fueron expropiadas, y de Estados Unidos, al cual le urge dominar los hidrocarburos, debilitar el proyecto de Evo Morales e impedir su colaboración con el presidente izquierdista paraguayo Fernando Lugo.
Ello podría propiciar enfrentamientos violentos, tanto entre ciudadanos favorables y opositores a la autonomía, como de éstos con fuerzas policiales de las provincias sececionistas, en general leales a sus gobiernos regionales, o con cuerpos del ejército.
Ante la violencia, no son descartables intervenciones de Colombia y Perú para conquistar la hegemonía en los países andinos, así como de Chile, potencia militar regional, que ha ganado decisivas ventajas en sus enfrentamientos con Bolivia.
Bolivia pertenece al Mercosur, su gas se exporta hacia Argentina y Brasil, y la apoyamos los países del ALBA, por lo cual el secesionismo podría ser derrotado en la OEA.
De la soberanía y la unidad de Bolivia dependen en buena medida la afirmación de nuestro derecho a nacionalizar las industrias que explotan nuestros recursos, el avance de la integración latinoamericana; el suministro energético del Mercosur y la afirmación de los movimientos sociales y revolucionarios de la región.
Cuando veas intentos de secesionar Bolivia, haz tu unidad invulnerable.