Por Laura Carlsen | 15 de septiembre de 2005 www.ircamericas.org - 23.08.2005
Programa de las Américas del International Relations Center (IRC)
El año pasado se celebró el décimo aniversario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la mayoría de los balances -inclusive el del Banco Mundial, gran promotor de la integración económica y las reformas estructurales que la facilitan- han tenido que reconocer los resultados negativos del acuerdo para México.
La gran distancia entre las promesas y la realidad, una década después, es notable. Dentro de todas las promesas quizá lo más importante para México fue la teoría de la supuesta convergencia entre los tres países, pero principalmente entre EEUU y México. Esto fue el fundamento para el anuncio del Presidente Carlos Salinas de Gortari de que México estaba a punto de entrar al primer mundo a partir del primero de enero 1994.
Básicamente, el argumento oficial sostiene que en la integración económica tendría lugar una convergencia entre factores de producción e indirectamente también en los índices laborales, sociales, y ambientales. Hoy vale la pena hacer la pregunta: ¿Qué ha pasado con la convergencia?
En casi todos los rubros no se ha dado. De hecho, en los últimos diez años hemos vivido un proceso de clara divergencia frente a la economía estadounidense, sólo compensado parcialmente por las remesas de los mexicanos expulsados de sus comunidades para buscar empleo en el norte. En el periodo TLCAN lo que México ha logrado exportar con mayor éxito son mexicanos y capital. En asuntos laborales, ambientales y sociales, México ha perdido - en términos absolutos y en términos relativos. México hoy tiene 50 millones de pobres; según la Secretaría de Desarrollo Social, 4.7 millones de mexicanos se sumaron a la pobreza entre 1992 y 2000.
La década del TLCAN en México muestra grandes divergencias económicas y políticas entre ese país y sus vecinos del norte. Éstas se dieron en rubros clave como el crecimiento, los salarios, el empleo, la inmigración, los subsidios agrícolas y el medio ambiente.
Crecimiento
El crecimiento promedio del PIB mexicano fue de 2.7% anual entre 1994 y 2002, menos de uno per cápita. Los pobres resultados tienen que ver con el hecho de que el TLCAN no tomó en cuenta las dos grandes asimetrías entre los tres países. México entró así a la competencia con graves desventajas que no ha podido superar.
Ese proceso y sus resultados se contrastan con el proceso de integración de la Unión Europea, en donde los países pobres fueron alcanzando a los más ricos. En México el ingreso per per, como porcentaje del promedio norteamericano, bajó de 33% al inicio del TLCAN, a 30% en 2003.
El motor para el proceso de convergencia, nos dijeron, sería la inversión extranjera directa. La inversión iba a ser el impulso necesario para el desarrollo de las industrias de exportación para que los ingresos se utilizaran en la compra de importaciones y el pago de la deuda externa. En este aspecto clave del tratado el resultado ha sido un fracaso. Si bien llegó un flujo mayor de inversión en los primeros años, fue gracias a las privatizaciones de empresas paraestatales o la compra de empresas mexicanas por las grandes corporaciones extranjeras. El sector exportador creció, pero menos que las importaciones. Noventa por ciento de las exportaciones tienen el mismo destino: EEUU. Como resultado, México ha tenido un déficit comercial permanente.
Salarios
Estudios sobre la convergencia previeron una tendencia en que las grandes diferencias salariales en los tres países desaparecerían con la mayor movilidad de capital, siendo el salario un factor directo de la producción. Esto sería una consecuencia natural del aumento en la productividad de la mano de obra mexicana.
Sin embargo, en el periodo del TLCAN los salarios reales de los trabajadores mexicanos han caído, en el caso del sector manufacturero no maquilador en 12% entre 1994 y 2002. En Estados Unidos se han incrementado ligera pero constantemente. Al contrario del dogma del libre comercio, la productividad de los obreros mexicanos ha crecido a una tasa muy por encima de la de los estadounidenses y los canadienses. Esto nos dice que los salarios corresponden mucho más al poder político del sector laboral, y las políticas nacionales y empresariales que a factores del mercado supuestamente libre. A pesar de que sigue creciendo la productividad, una mayor competencia desde China y Centroamérica; la disminución del factor de transporte en los cálculos de ventajas comparativas; y la falta de controles sobre las corporaciones transnacionales tiende a provocar una mayor presión hacia abajo en los salarios mexicanos.
Empleo
En la víspera del TLCAN, más de 20 estudios pronosticaron un aumento neto en los empleos en EEUU y en México. La realidad es muy distinta. El último informe de Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática de México (INEGI) muestra que el problema de desempleo está llegando a niveles record. A principios de 2004 ya se habían perdido más de medio millón de empleos registrados ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el país tenía una tasa de desempleo abierto en 2003 de 3.3%--la más elevada en seis años.
Sumado al desempleo, el tipo de empleos creados es un grave problema. El 73% de los empleos creados en 2002 no ofrecen ningún tipo de prestación; la mayoría son microempresas, y ocho de cada diez pagan menos de dos salarios mínimos. El 70% de los empleos creados en 2003 están en el sector informal. En muchos casos, la compra de empresas mexicanas por transnacionales ha provocado despidos y una intensificación del trabajo sin mayores beneficios para los trabajadores.
Inmigración
Asimismo, los expertos en comercio de EEUU nos dijeron con toda confianza que el acuerdo llevaría a una reducción en la emigración hacia su país. En el periodo de TLCAN la migración hacia el norte se incrementó paulatinamente hasta llegar al record histórico, estimado en 650,000 hombres, mujeres y niños que emigran al año. En 2004 llegaron remesas por 16.6 mil millones de dólares.
Subsidios agrícolas
En lugar de convergencia entre los factores de producción, en el campo se aprobó en EEUU una ley de subsidios sin precedentes. En México, el TLCAN ha profundizado una situación de dualidad en el campo, entre los productores orientados hacia la exportación, por un lado, y los que producen para el mercado interno y la subsistencia, por otro. Esta relación se caracteriza por la gran inequidad en recursos estatales y una creciente polarización. La pobreza rural ha crecido, el desplazamiento se refleja en el número sin precedentes históricos de migrantes, y los precios a productores para los productos básicos han bajado en tanto crecen las importaciones bajo el TLC. Son tendencias estructurales, sin vistas de mejoramiento en el futuro.
Medio ambiente
En el medio ambiente los promotores del TLCAN utilizaron un modelo que pronosticó que al llegar al número mágico de 5,000 dólares en ingresos anuales promedio por cápita, se invertiría el proceso contaminante de la industrialización y la calidad ambiental empezaría a mejorarse. A pesar de que México llegó a este nivel, esto no pasó. El INEGI reporta que los niveles nacionales de erosión de suelos, desperdicios sólidos, y contaminación del aire y agua empeoraron entre 1985 y 1999, algunos alrededor de 100%. Esto indica una fuerte relación negativa entre el modelo de libre comercio e inversión y la calidad ambiental que no ha sido compensada por inversión en controles ambientales y tecnologías limpias.
Divergencias políticas
EL TLCAN, según los promotores en los noventa, iba a ser el inicio de una nueva era en las relaciones bilaterales EEUU-México. Esta expectativa cayó con las torres del World Trade Center. El paradigma de relaciones internacionales del contraterrorismo que impulsa el gobierno de George W. Bush divide al mundo geopolíticamente entre "nosotros" y "ellos" y la membresía en el "nosotros" es sumamente condicionada.
La "familia feliz" de Norteamérica bajo el TLCAN se ha vuelto algo muy diferente. Estados Unidos castigó a México y a Canadá por no apoyar la invasión de Irak y rápidamente olvidó el discurso de los buenos vecinos que caracterizó las negociaciones del Tratado. La promesa de un acuerdo migratorio se esfumó.
Es cierto que hay éxitos en la experiencia del TLCAN. El comercio con Norteamérica se ha incrementado. La pregunta es: ¿De qué sirve el aumento en la integración económica si ésta no está vinculada al desarrollo nacional? Expertos del Banco Mundial admitieron públicamente en febrero de 2004 que el TLCAN "no es una estrategia de desarrollo." No sólo no ha contribuido a las metas de desarrollo nacional sino que ha obstaculizado el desarrollo sustentable y equitativo en México.
Como el laboratorio del modelo de libre comercio en el mundo, la experiencia mexicana cobra importancia debido al gran interés de otros países que se encuentran negociando tratados de libre comercio o bajo presión para hacerlo. Hoy sabemos que para los países pobres la convergencia es efectivamente un mito. Las ventajas son mínimas y mal distribuidas. Las desventajas son muchas y de largo plazo.
Sin embargo, no estamos ganando la batalla en contra de la aplanadora política comercial de los Estados Unidos. Aunque el ALCA está estancado, este país sigue firmando Tratados, como el CAFTA con Centroamérica, hechos según el modelo del TLCAN.
Hay mucho que perder con un modelo que no solo no funciona sino que está mal orientado. Entre los elementos de la política y economía que están en riesgo bajo el modelo se encuentran: la economía campesina; los conocimientos tradicionales y el uso sustentable de la tierra y de la biodiversidad que llevan a cabo las comunidades rurales; la soberanía alimentaria; la construcción y consolidación de vínculos comerciales Sur-Sur; la soberanía nacional; la diversidad cultural y las formas de organización social... y ésta es una lista parcial. Sin embargo, las élites transnacionalizadas de los países de América Latina y Estados Unidos tienen fuertes razones para defender el modelo y defendiéndolo sin modificaciones.
En este contexto, es importante que las ONG sigan analizando y difundiendo los impactos del TLCAN. Sin embargo, a la vez es urgente dedicarse al gran trabajo de tejer desde abajo la resistencia y construir las alternativas. Hace falta impulsar la democratización del movimiento contra los Tratados de Libre Comercio y la globalización corporativa.
Laura Carlsen dirige el Programa de las Américas del Centro de Relaciones Internacionales (International Relations Center-IRC), que se encuentra en la página www.irc-online.org. Este texto fue presentado por la autora en el seminario "La nueva geografía de los recursos, la economía y el poder" de CLAES/3E, en Uruguay. Los textos del seminario se pueden revisar en www.integracionsur.com.
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