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La batalla de Buenos Aires, episodio II Saturday 29 Dec 2001
author: Indymedia Argentina
 
summary
Apurado informe mientras seguimos respirando gas lacrimógeno.

 

-Que horas son?
-Son las dos y cuarto.
Si, nos miramos y los dos entendimos que teníamos que recordar esa hora para el resto de nuestras vidas. Estabamos parados en la puerta, muy contra la puerta de la Casa Rosada, símbolo del poder de Argentina. Nunca ninguna manifestación había llegado hasta allí.
Y de esa forma.
¿Y por donde empezar, si no es por ahí?. ¿Como ordenar tantas emociones mezcladas, tantas imágenes, tantos hechos?. Pedimos disculpas por este reporte, escrito todavía con el gusto acído de los gases en la naríz, con el sueño y la exitación a flor de piel.
Esperamos poder ordenar todo lo que vivimos en este día.
 
Cuando todavía eran las once de la noche, y caminabamos por Av. San Juan a la altura de Boedo, se escuchaban algunas cacerolas golpetear contra los balcones. Atrás habíamos dejado un edificio que estaba todo asomado haciendo ruido.
Los coches pasaban tocando bocina y allá adelante, a un par de cuadras, se veían algunas familias que cortaban solo un pedacito de la avenida.
Seguimos caminando, hasta que un coche amigo nos lleva hasta el congreso, lugar donde la gente se estaba autoconvocando.
Autoconvocando, digamos claramente, significa que nadie había llamado a esa manifestación. Grupos de vecinos habían organizado un cacerolazo en Almagro,y tal vez otros en otros barrios, pero nadie había llamado a marchar al congreso.
 
Ahora estabamos ahí, y eramos miles. Otra vez las cacerolas, la escalinata copada por la gente, las familias enteras protestando y haciendo ruido.
¿Que pedían?. Que vaya Grosso del gobierno, que renuncie la corte suprema, que devuelvan los depósitos. Pero también era mas que eso. La consigna "que se vayan todos, que no quede ni uno solo" sigue siendo la favorita; fue la más cantada, también hoy, contra el nuevo gobierno.
No se trata simplemente de tal o cuál personaje oscuro que se mueve por los pasillos del poder; se trata de un click, de algo que se quebró muy profundo y que no se va a curar con una o dos renuncias, o con una elección.
 
El rumor empezó a correr y luego se convirtió en canto: "el pueblo va a la Plaza, nadie nos va a sacar". Una espontánea columna de miles, que se pierde por Av. de Mayo, avanza dedicida. Adelante va una bandera Argentina, y cada paso que damos parecemos ser más.
 
Y sigue llegando gente, y llegan las madres, y llegan los motoqueros, envueltos en una ovación, abrazados por el pueblo; los caidos tuvieron hoy su homenaje allí, el mejor que podían tener.
 
Primero saltó un fotógrafo. Después, un abuelo dijo que él quería entrar por la fuerza para hablar con el presidente. Luego, los jóvenes. A los cinco minutos, a las 2:15 esactamente, eramos todos. Las vallas cedieron enseguida, la policía se replegó hacia un costado, y allí estabamos; frente a las puertas de la Casa Rosada, que de ahora en más no tiene nada de sagrado.
Entramos a la arcada cantando lo que todos querían; que se vayan todos, que no quede ni uno solo. Vimos caras de emoción, caras de sorpresa, curiosos que miraban de un poco más atrás y que avanzaban para darse el gusto de tocarla, de sentirla suya. Algunos bailaban de emoción.
 
La gente estaba enardecida; la noticia de la renuncia de Grosso corrió como un rayo, pero sólo sirivió para levantar el ánimo; muchos querían repetir lo mismo que la semana pasada; que se vallan todos, que no quede ni uno solo.
 
Desde Moyano, hasta los radicales, pasando por Menem y Rodriguez Saa todos eran protagonistas de los cantos; "sin peronistas, sin radicales vamos a vivir mejor" fue una de las consignas que también sonaban estrepitosamente.
 
Estabamos todos ahí...
¿Y ahora? La preguntá la resolvió, nuevamente, la policía. Lo hicieron de forma tal que luego sirviera para presentarlo como un acto de defensa propia: enviaron dos policías a "disuadir" a toda la multitud. Obviamente, la muchedumbre no los recibió muy bien, y al no ser "disuadida", comenzaron los gases y las balas de goma.
Los dos policías, gordos y fornidos, fueron el sacrificio de las "fuerzas del orden" para comenzar la represión.
Con los primeros gases la masa de gente comienza a correr, por diagonal norte y por Av. de Mayo. Un grupo importante se queda en la Plaza, y otro de unos cuantos miles en Av. de Mayo. La gran mayoría de la gente, se va para el Congreso.
(Paramos acá para remarcar los siguiente; la movilización se dividió en tres, cuatro pedazos quizá, y sin embargo seguía siendo imponente)
En la Plaza aguanta un grupo importante de jóvenes, que un principio combaten en la puerta misma de la Casa Rosada. La resistencia y la represión fueron duras, y por más de media hora la plaza estuvo disputada. Barricadas, piedras, y hasta cacerolas servian de defensa para los manifestantes que, se notaba, no estaban preparados para la represión.
 
Por Av. de Mayo se levantan barricadas. Algunos se
descargan con los bancos, carteles, paradas de colectivo. Desde el balcón de un hotel caro, hombres de smoking miran la escena y hacen muecas. Un joven les comienza a gritar "burgueses hijos de puta" y las muecas se multiplican. Pequeñas anécdotas de la revuelta: una botella de sidra arrojada con buena puntería les cayó la boca oportunamente.
 
En la Plaza la situación se va volviendo mas tensa. La mayoría de la gente está yendo para el Congreso, y todos decidimos ir para allá. Un grupo queda resistiendo, y luego se une a la masa que camina cantando que son los hijos del cordobazo.
 
En el Congreso, un espectaculo de fogatas se está dando allí, en las escalinatas.
Ahora, ya no recordamos preguntar la hora.
Los mas decididos entran, y comienzan a sacar cosas para alimentar la fogata, hasta que la propia entrada del congreso se convierte en una fogata.
Sacan un busto, y alguien grita que no lo tiren. La gente forcejea por él, hasta que un manifestante lo lleva y ceremonialmente lo arroja al fuego.
 
La infantería, minutos antes, había retrocedido desbordada.
Ahora comenzaron los gases nuevamente, apenas cuando el busto caía. Son más, y parece que también viene el hidrante. La gente retrocede, mientras un fornido grupo de jóvenes hace el aguante. Se van, por Callao, unos metros corriendo, pero enseguida caminando; correr le da el gusto a los policias, los agranda, nos desoganiza. El grito de no correr se generaliza al instante.
 
Ahora todos retrocedemos, y algunos gritan ¡a los tribunales, a los tribunales!. Quieren ir por la Corte Suprema de Justicia, la misma que pusieron años atrás en un acuerdo entre peronistas y radicales.
Nadie corre ahora; hacemos fogatas, pequeñas barricadas. Otros siguen, ensañados, contra los Bancos.
 
La policía avanza sobre nosotros. El aire se vuelve irrespirable, y en un segundo aparecen desde todas la esquinas. Doblamos, no queda otra. Vamos por calles oscuras y en cada esquina, en todas y cada una de ellas aparecen camionetas, gases y coches de civil con balas de goma. Es una emboscada.
Salimos como podemos. No hay posibilidad de refugiarse y la resistencia es dificil de organizar. Todos, cada uno de nosotros, tira todo lo que puede para entorpecer el paso de la policía. Doblamos y otra vez la emboscada. Quedamos, un grupo reducido, encerrados en una cuadra. Parece que vamos a perder. Además de la infantería, coches de civil tiran balas de goma contra nosotros.
Los coches de la gente que pasa, nos abren las puertas y nos sacan de ahí.
 
Por las calles en las que vamos siguen las corridas. Cargamos a los que podemos. El operativo de la policía dura por lo menos una seis o siete manzanas a la redonda, que a esta hora se vuelven interminables.
Salimos, finalmente salimos. El sol comienza a mostrarse y los teléfonos suenan para ver como están todos. Hasta ahora la noticia es de tres detenidos, pero a una media hora de que haya terminado todo, es dificil saberlo.
Parece que la historia no da respiro. No le demos respiro a ella.

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