La Prensa La Paz - Bolivia Edición de Octubre 13, 2003
ESPECIAL
Más de veinte muertos y un centenar de heridos es el saldo trágico del operativo ordenado por el gobierno para reprimir las manifestaciones y ataques ejercidos para impedir la salida de las cisternas de gasolina desde la planta de Senkata. El combustible llegó a La Paz después de las 15.30, pero en el camino había quedado un reguero de cuerpos y una ciudad enfurecida y convulsionada.
Acribillados: los manifestantes fueron alcanzados por balas de guerra.
La Prensa y El Alteño
Un enorme operativo para resguardar el paso de cisternas con gasolina hasta la ciudad de La Paz terminó ayer con la muerte de más de veinte personas y casi un centenar de heridos. Las fuerzas militares y policiales dispararon a mansalva con armas letales y gases lacrimógenos contra los manifestantes que resistían el paso del convoy en diferentes puntos de la ciudad de El Alto.
Los enfrentamientos comenzaron en la mañana de ayer y continuaban anoche al cierre de esta edición.
La avenida Ballivián, La Portada, la avenida Bolivia, la Avenida 6 de Marzo, Senkata, Río Seco, Santiago II y otras zonas de El Alto se convirtieron en campo de batalla donde se produjo la mayor cantidad de muertos por los violentos y desiguales enfrentamientos entre militares y manifestantes.
En horas de la tarde, dos caravanas ingresaron en la sede de gobierno con gasolina y garrafas de gas. Pero junto con ellas los enfrentamientos entre uniformados y bloqueadores avanzaron hasta las inmediaciones de la Autopista. Unos quinientos efectivos del Grupo Especial de Seguridad (GES) y efectivos militares, a plan de gasificación y disparos, iniciaron la intervención a los bloqueos de Senkata en horas de la mañana. El operativo estuvo dirigido por los ministros de Defensa, Carlos Sánchez Berzain y de Gobierno, Yerko Kukoc.
Ya apelando a balines y balas, los militares reforzaron la intensa lucha en la avenida central de dicha zona. Una vez que lograron controlar a los revoltosos pudo salir el primer convoy de doce cisternas.
Cerca del mediodía, y ya con los ánimos más calmados, los vecinos empezaron a velar a Mita, Pinto y Mamani en improvisados altares de adobe y tablones, al medio de la avenida. Cada cuerpo fue ceremoniosamente envuelto en frazadas de lana de alpaca y cubierto además con la bandera nacional. Un rápido conteo reveló la existencia de por lo menos 18 heridos sólo en las inmediaciones de la zona.
Desde ese sector, hasta el Cruce a Viacha, aunque con intermitentes altercados, la avenida 6 de Marzo pudo mantenerse expedita, aunque sin un solo coche que circulara. A eso de las 14.00 pasó raudamente un convoy compuesto por cuatro vehículos militares y dos camiones grandes llenos de soldados, rumbo a Ventilla -como confirmó uno de ellos-, donde los desbordes habían rebasado los controles zonales. Pero, antes de que la caravana pudiera pasar, un sacerdote del lugar tuvo que mediar y calmar los ánimos para que los coches, entrando por calles transversales, pudieran continuar el viaje.
Llegadas las 15.00, un segundo convoy salió de la planta de Senkata, esta vez con cinco cisternas y seis camiones de garrafas.
Campo de batalla
En Senkata, y a lo largo de todo el eje de conflicto, las calles, ya más vacías, asemejaban verdaderos campos de batalla, con llantas a medio arder, bloques de cemento en el suelo, trincheras cavadas por doquier y restos de piedras y chatarra. Vecinos que llegaban agitados del sur y del norte señalaban que las rutas a Viacha, la avenida Bolivia, entre otras, eran objeto de saqueos y amedrentamientos incluso en casas particulares. Mientras tanto, en la iglesia de la zona Brasil era velado el cuerpo de Johnny Huanca, que minutos antes -a decir de la gente- era exhibido en una carretilla a la espera de que sea reconocido.
Río Seco, ya finalizada la tarde, también estaba sumido en el caos, pero no tanto por enfrentamientos, sino por el desorden y alboroto entre los vecinos. En una de las calles de la populosa zona, vecinos capturaron a tres motociclistas, militares de civil -según ellos -, y les propinaron una paliza antes de que uno lograra escapar en su motorizado. Los otros dos quedaron como rehenes en una de las villas de la zona luego de que en medio de los golpes que recibían vieron cómo ardían sus motorizados.
En otro hecho aislado se pudo comprobar el grado de psicosis colectiva que hizo presa de la población. Un joven carnicero, por el solo hecho de tener tez blanca, ser alto y fornido, y mantenerse al margen de las protestas, fue tomado por militar y perseguido por varias cuadras antes de recibir una paliza y ser obligado a pedir misericordia de rodillas. Se salvó gracias a la intermediación de dirigentes vecinales que calmaron los ánimos exaltados de la turba.
El primer convoy con gasolina llegaba a La Paz aproximadamente a las 15.30, luego de haber sufrido enfrentamientos en la autopista a la altura de la zona La Portada.
En medio de piedras y disparos de balas y balines, la caravana llegaba para poder distribuir gasolina a diferentes surtidores de la ciudad.
A las 16.45, otra caravana ingresaba a la ciudad paceña. Cuatro camiones con garrafas de gas y cinco cisternas con gasolina se abrieron paso custodiados celosamente por efectivos militares.
Ráfagas de bala se escuchaban en los lugares aledaños, mientras tanto los bloqueadores, que se asomaban por los alrededores de la Autopista, adquirían mayor valor para el enfrentamiento.
Fruto de ello lograron ingresar a la carretera principal e incendiaron un coche que se encontraba varado a la altura de Alto Lima.
Para las 19.00, pese a la tenaz resistencia, la avenida 6 de Marzo prácticamente estaba bajo control de uniformados, lo que no impedía esporádicos choques con grupos de manifestantes y diversos focos de conflicto aislados.
La Ballivián, escenario de la muerte
Elisa Medrano, desde El Alto
La manifestación y los enfrentamientos comenzaron muy temprano con la quema de llantas y maderas en casi todas las esquinas de la ciudad. 16 de Julio, Ballivián, Alto Lima, Río Seco, Santiago Segundo, El Kenko...
El ambiente estaba caracterizado por crespones negros en banderas bolivianas y música fúnebre. La zona Ballivián fue la chispa de los enfrentamientos. Cerca de la Autopista cientos de vecinos se concentraron en las laderas y lanzaron piedras al tramo de unión entre La Paz y El Alto para impedir el tráfico vehicular.
Ante este panorama algunos vehículos optaron por retroceder. A las nueve de la mañana, el taxi con placa de control 122 UPN, que iba por el carril de subida e intentaba cruzar bajo la segunda pasarela a la altura de La Portada, fue interceptado por una turba de bloqueadores. Vanos fueron los intentos del chofer por apaciguarlos, pues, en su presencia, los manifestantes voltearon el vehículo y lo incendiaron ante la mirada incrédula de un grupo de militares.
Los militares reaccionaron, lanzaron gases lacrimógenos y balines y por un momento lograron dispersar a los bloqueadores. Pese a ello, el tráfico fue suspendido.
En sí, las medidas de la Policía Militar (PM) no amedrentaron a los bloqueadores, que con mayor valor empezaron a tirar piedras contra los miembros del Ejército.
El choque entre vecinos y militares volvió cuando dos convoys, un bus y otros dos vehículos subieron hacia La Ceja.
Nuevamente, las personas que se encontraban en las laderas lanzaron rocas, y, para dispersarlos, los PM respondieron con gases y balines, pero también con ráfagas de ametralladora. Fue en esas circunstancias que murieron José Miguel Pérez Cortez y Simón Machicado, alcanzados por balas.
Más enfrentamientos
La gresca en la zona Ballivián fue el inicio de una escalada de enfrentamientos con saldos fatales. En la tarde, el paso de una caravana de camiones cisterna escoltada por efectivos militares sumó más muertos y heridos.
El destino de los dos convoys era la zona de Senkata, donde debían abastecerse de gasolina y gas para la sede de gobierno, pero durante su recorrido los disparos de balas y balines alcanzaron a varias personas.
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