El grupo de músicos percusionistas "Expresso 4.11" realizó una performance sensibilizadora y participativa, en el Laboratorio de los Conocimientos Libres.
Música de la Madre África
Antes del mediodía del miércoles, mientras los grupos se preparaban para la gran Marcha de Celebración de la Diversidad, en el Acampamento das Juventudes, y dentro de él en el centro de acción conocido por su pomposo título, Laboratorio de los Conocimientos Libres, pude asistir a una sesión de música participativa, con el grupo de percusión "Expresso 4.11" de São Paulo.
Se trata de un grupo de jóvenes que, junto a sus performances acústicas llevan un mensaje de fraternidad y compromiso con la cultura popular. Cuando digo "cultura popular" soy consciente de referirme a unas producciones simbólicas tradicionalmente desprestigiadas por su escaso grado de abstracción y búsqueda formal. Pero la simplicidad "lingüística" no implica necesariamente un bajo nivel artístico. Eso quedó demostrado en esta ocasión. En palabras de uno de los miembros del Expresso 4.11: "Nuestra música lleva el mensaje del reencuentro con nuestra historia, el mensaje del respeto por la diversidad, y el mensaje del orgullo de ser nosotros mismos y querer un mundo mejor pero 'do nosso jeito' (a nuestro modo)".
La sesión consistió en una improvisación de diversos ritmos afro-brasileños, en la cual fuimos invitados quienes allí estábamos a tomar pequeños instrumentos de percusión para acompañar los ritmos orientados por los chicos y chicas del Expresso 4.11. Además de la batería, el espectáculo popular estaba integrado por un cuerpo de bailarinas (al que luego se agregaron algunos bailarines). Entre ellas y ellos estaban representadas casi todas las razas (por usar la palabra habitual, ya que sabemos que las razas humanas no existen): africanas, orientales, europeos, y todos los hermosos mestizajes de nuestra América del Sur. Discúlpeseme la disgresión, pero digamos que muchas miradas (incuída la de este humilde corresponsal) quedaron encandiladas por el baile de dos chica de Montevideo y otra de Mozambique.
El final fue interesante también desde el punto de vista del cuidado del proceso grupal, ya que hicimos una gran "roda" tomados de las manos, y finalizamos con un grito colectivo que hizo temblar al Acampamento.
Todas las emociones despertadas por la música de origen africano, y que generan un sentimiento de comunidad entre los participantes, no pueden ser puestas en palabras en este informe.
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