El VI Foro Social Mundial (FSM) se realizará el año próximo de modo descentralizado, "en varios lugares del mundo" aún indefinidos, y eso aumenta la importancia de resolver problemas pendientes de comunicación, interna y hacia fuera.
Según los organizadores del FSM, hubo unos 155.000 participantes en su quinta edición, que terminó este lunes en la meridional ciudad brasileña de Porto Alegre, y de ellos, 6.880 se acreditaron como comunicadores. La proporción de un comunicador cada 22,5 personas parece excelente, pero no evitó que persistieran grandes dificultades en la materia.
Los periodistas profesionales de medios de comunicación masiva tuvieron que adaptarse, como en anteriores ediciones, a la ausencia de una "oficina de prensa" tradicional. Como el Foro no tiene dirigentes ni portavoces (y este año ni siquiera tuvo invitados especiales) tampoco cuenta con una estructura propia que seleccione, entre su torrente de actividades (fueron 2.500), las que considera principales, o intente sintetizar lo ocurrido cada día.
Esa tarea titánica queda a cargo de cada periodista, pero antes de entrar a la difícil definición de criterios sobre lo que importa, está el problema de contar con un panorama general de los hechos, que son prácticamente inabarcables.
El FSM no está pensado para que alguien pueda ver el panorama general de lo que pasa en él, pero los periodistas tratan de acercarse a esa perspectiva, o se presentan ante su público como si la tuvieran.
En el mundo actual, y quizá también en el "otro mundo posible" que se intenta construir desde el Foro, a nadie le interesarían las noticias de alguien que admitiera estar perdido en medio de una vorágine.
En ese marco, no puede llamar la atención que el manifiesto dado a conocer el sábado por 19 destacados intelectuales que participaron en el FSM haya recibido un tratamiento privilegiado por parte de grandes medios de comunicación, aunque no fuera una declaración oficial del encuentro.
En ausencia de portavoces formales, los periodistas buscan a personas famosas, sobre todo si gran parte de ellas están asociadas con la historia del Foro desde su inicio. Y es muy difícil convencer a una gran cadena internacional de noticias de que nadie es especialmente representativo de la multitud.
Una parte muy interesante del mundo llega al Foro, pero el Foro no tiene resuelto cómo llegar al mundo. Ni siquiera a la parte del mundo que tiene dentro de sí. Los asistentes deambulan de una carpa a otra, participan en una ínfima proporción de las experiencias posibles, y les cuentan algunas más.
¿Cuántas personas se enteraron de las duras críticas a la intervención militar en Haití, comandada por Brasil, en una conferencia de prensa poco después de las cuatro de la tarde del sábado, con participación destacada de João Pedro Stédile, dirigente del brasileño Movimiento de los Sin Tierra?
¿Y quién debería decidir si esa noticia, o cualquier otra de las que expresaron con fuerza polémicas internas de la izquierda brasileña, es más importante, por ejemplo, que la denuncia sobre atrocidades en Chechenia realizada, un par de horas antes y en la misma sala, por la abogada chechena Lydia Yusupova?
Este año, la comunicación interna se articuló más que en ediciones previas, por la coordinación entre medios de comunicación alternativos que lograron ponerse de acuerdo, al fin de cada día, sobre la importancia de cubrir algunas de las actividades del día siguiente.
Pero esos acuerdos no tienen por qué considerarse representativos de la diversidad del Foro, y quizás haya quien piense que la acotaron en forma perjudicial.
Por otra parte, ¿cuántos de los participantes accedieron a esos medios alternativos? Conectarse a Internet no era fácil en el territorio del Foro, ni siquiera para quienes contaban con una acreditación de prensa. Entre discursos sobre las nuevas tecnologías de la información y los desafíos del siglo XXI, la circulación interna eficaz de mensajes dependió ante todo del papel.
Un periódico, una octavilla entregada personalmente o un simple aviso manuscrito sujeto a un árbol en el enorme campamento de jóvenes asistentes, podían ser medios más útiles que Internet para convocar a una actividad.
Si la idea para el año próximo es que el Foro "descentralizado" sea un solo acontecimiento en varios continentes, y no un conjunto de foros regionales independientes entre sí, el problema de la comunicación interna es absolutamente crucial, sobre todo desde el punto de vista de la interactividad. Y no podrá resolverse con papeles.
Al igual que en la edición del FSM que ha terminado en Porto Alegre, el centro de ese problema no es tecnológico, sino que se ubica en la encrucijada de la ideología y la política de organización.
Existen medios para que reuniones simultáneas muy distantes entre sí se mantengan interconectadas, pero no se puede transmitir todo para todos al mismo tiempo, y alguien, en algún lugar, deberá establecer prioridades.
En lo relacionado con la comunicación hacia fuera, la primera pregunta es qué importancia se le asigna realmente. Un canal de televisión de Porto Alegre se dedicó casi por completo al FSM, pero los organizadores del encuentro no parecieron muy interesados en mantener un ojo atento a esa transmisión, que moldeó la percepción de la ciudad anfitriona sobre el acontecimiento.
¿Será que se apuesta a que los medios alternativos presentes se hagan cargo del vínculo con "el exterior"? ¿O será que no se otorga mucha relevancia al público que sólo consume medios masivos? La primera idea parece impracticable, y la segunda excluiría a la amplia mayoría de la humanidad.
En ese contexto, es claro que la descentralización prevista para el año próximo abre un amplio espacio a nuevas emisoras de televisión con vocación internacional, mucho más cercanas al proceso del FSM que las grandes cadenas comerciales, pero no por eso de la misma naturaleza que el Foro.
Esas emisoras, como TV Brasil o la venezolana TeleSur (en la que se prevé participación argentina), son "alternativas" en el sentido en que lo es la qatarí Al Jazeera, en relación con las grandes cadenas estadounidenses. Pero también son, como Al Jazeera, empresas con fuerte apoyo estatal.
Aunque se propongan, con la mejor voluntad, ser un vehículo para la expresión de la sociedad civil, y con independencia de que pongan énfasis en lo explícitamente político o en lo cultural, surgen por decisión de gobiernos y es inevitable que sean sensibles a la voluntad de éstos.
Los organizadores del proceso del FSM y los innumerables grupos y personas que se relacionan con él tienen un año para probar que otra comunicación es posible.
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